Los tiempos aprietan. La próxima semana hay que
constituir sin falta el Parlament, y con él la Mesa (importante) y después hay llevar
a cabo la investidura como President de la Generalitat, que será Artur Mas. Se
da por cierto que recibirá el apoyo de Esquerra Republicana, tras la negativa
de socialistas y populares de apoyar otro gobierno de Artur Mas. Para antes de
Navidad, nuevo Gobierno. Artur Mas no dice nada, calla, y su silencio empieza a
preocupar incluso a los suyos.
En esta legislatura próxima, como ocurrió en el Tripartito, Esquerra
Republicana tiene la llave de la gobernabilidad de Catalunya. Recuerdo el día
en que Carod-Rovira de forma teatral exhibió una llave grande. Ahora la llave
la tiene Oriol Junqueras, un político poco teatral, pero con una estrategia más
clara e incisiva que sus predecesores. Primero ya ha dicho que no quiere
entrar en el Gobierno de Artur Mas, con lo que este presidirá un gobierno débil
en manos de Esquerra Republicana, la cual querrá controlar los medios
audiovisuales. Y todo porque sin que nadie se lo pidiera Artur Mas rompió
puentes con el PSC (que le otorgó con su abstención la anterior investidura) y
con el PP. Hace un mes Mas podía jugar con apoyos de aquí y de allá. Hoy tiene
que aceptar que Oriol Junqueras le marque la hoja de ruta y hasta que le diga
qué consellers le gustan y cuáles no.
Y muchos siguen preguntándose ¿por qué se metió Mas en este tremendo lío? Hoy
tiene 12 disputados menos y un grupo parlamentario menos cohesionado. Una de
las muchas respuestas es que por desconocer la voluntad del pueblo catalán,
confundió una manifestación –muy grande por cierto—con la “voluntad del
pueblo”. Las voluntades de los pueblos democráticos nunca se manifiestan detrás
de las pancartas, sino en las urnas. Arrastrado por el clamor popular de las
banderas, clamor que tuvo su origen fuera de su partido, Artur Mas abanderó el
independentismo de los manifestantes, y se creyó la cifra del millón y medio,
que son los votos que han sacado CiU más Esquerra Republicana en las últimas
elecciones. Si alguien sabe de cifras de manifestantes, debe recurrir a la
matemática y verá que un metro cuadrado no puede contener más de dos o tres
personas. Un millón y medio representa –si se tiene en cuenta un ancho de calle
de 30 metros—una marcha de más de 15 kilómetros de longitud, es decir que
hubiera enlazado el centro de Tarragona con el centro de Reus, con la carretera
a tope de gente, aeropuerto incluido.
Todos los cálculos del número de manifestantes tienen un origen perverso.
Cuando el franquismo llamaba a la gente a aclamar a Franco en la Plaza de
Oriente, siempre se dijo “más de un millón”, y no era verdad, aunque los
franquistas así lo creían. Luego, al llegar la democracia, toda manifestación
multitudinaria no podía bajar del millón franquista, como ocurrió con la
manifestación que reclamaba el Estatut en 1977; es más, debía superar el
millón. Y así millonarias han sido las manifestaciones de todo tipo en Madrid,
de sindicatos, de familias, de protestas contra el Gobierno o contra Eta, o
contra la guerra. Creo que habría que quitar espuma a las manifestaciones y
dejarlas en su justo número. Mucho me temo que nadie le querrá poner este
cascabel al gato. Seguiremos con las manifestaciones millonarias, en Catalunya,
en Euskadi, en Galicia, en Madrid. En Madrid llegaron a decir de una
manifestación que había dos millones y medio casi tres. Por poco ponemos a
media España en la capital.
Pero volviendo al tema que nos ocupa que no es otro que la estabilidad y
gobernabilidad de Catalunya. ¿Pueden Esquerra Republica y Convergència i Unió
por sí solos garantizar esta estabilidad que requiere la gobernación de un
país? Y digo más: ¿Puede Convergència i Unió con solo Esquerra Republicana
llevar a cabo la consulta que quieren hacer al pueblo catalán? Duran Lleida ha
avisado ya que el independentismo no está en el ideario de Unió y Esquerra
quiere jugar un juego de equilibrismo peligroso, como es estar en el gobierno y
en la oposición a la vez. Ya lo intentó Carod-Rovira, y el tripartito se rompió
a pedazos. Dos años después volverá a gobernar ERC con nueva fórmula (desde
fuera) y con la Generalitat sin recortes. Entonces ¿Quién va a pagar las
nóminas, las facturas y las deudas? Ojalá sea todo un éxito, pero veo que las
cosas no empiezan bien.
Como dijo The Economist, “As victories go, it was
a humiliation. Catalonia’s premier, Artur Mas, had hoped to ride into history
on the back of a surge in support for independence”, y termina diciendo que
tendrá un segundo mandato, pero “su autoridad ha disminuido”. Y es verdad. Siempre que Convergència i Unió ha empujado su programa
hacia el independentismo, ha ganado Esquerra Republicana. En la política
italiana hay una ley no escrita que evita el “sorpasso” de un partido a
otro, porque castiga al partido que quiere ir más allá que otro en sus
planteamientos programáticos e ideológicos.
Ahora me pregunto, si se lleva la consulta con qué parlamentarios se va a
contar. ¿Sólo CiU y ERC? IC-V no querrá hacer el juego a Esquerra, y en CiU
tampoco los diputados de Unió querrán decir la suya. Tampoco los socialistas y
los populares querrán salvarle los muebles a CiU. A lo mejor les ayuda este
ministro “freaky”, estrafalario y pésimo político, llamado Wert. El
baile ha empezado, pero no sabemos la música que se va a tocar. Artur Más, a
quien tengo un aprecio personal, se puede meter en un gran lío, y lo menos que
puede pasar es que termine en esta legislatura (ya veremos cuánto dura) su
carrera política.
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