En la campaña electoral que acaba de empezar en
Catalunya se enfrentan tres modelos de Catalunya: el modelo soberanista e
independentista (CiU y ERC), el modelo autonomista reformado con mayores
competencias para Catalunya (el PP) y el modelo federalista (PSC). Pero lo más
importante es que se va a elegir el mapa parlamentario que decidirá sobre el
futuro de Catalunya, y en consecuencia también sobre el futuro de España.
Es sintomático que Artur Mas pidiera, desde el primer día de campaña, una
mayoría “excepcional” para el soberanismo, pues de no ser así en Madrid “no nos
harán ni caso”. Es más, pidió incluso “votos prestados”, como aquel que pide un
crédito y recibe una hipoteca.
Las encuestas divulgadas por el CIS y el CEO, que gozan de más
credibilidad, dan a CiU una mayoría absoluta o casi. De confirmarse las
encuestas, resultaría que Convergència i Unió tendría una hegemonía en el mapa
político catalán, con una oposición fragmentada en partidos medianos (PSC, PP y
ERC) y pequeños (ICV-EUiA y Ciutadans, más algún otro diputado suelto). Esto
indica que Convergència i Unió no tendrá una oposición robusta y cohesionada,
lo cual le permitiría gobernar sola como en esta media legislatura pero con más
holgura, casi con las manos libres, y negociar con Madrid “de tú a tú”. Es
decir, CiU no tendrá una fuerza de contrapeso a nivel parlamentario, sino
fuerzas dispersas y muchas veces enfrentadas entre sí.
Dicho esto, ¿qué puede o quiere negociar Artur Mas con el gobierno central?
Esta es una incógnita no resuelta del todo. Si bien tras la manifestación del
11-S Mas asumió la reivindicación para Catalunya de un Estado propio dentro de
Europa, con el pasar de las semanas su discurso se ha hecho sinuoso y a veces
contradictorio. Unas veces ha dicho que quiere un Estado propio dentro de
Europa y otra que “sí o sí”, expresión política puesta de moda ahora, un Estado propio aunque sea fuera de Europa.
Unas veces dice que el proceso soberanista y el referéndum se hará dentro de la legalidad
y otras que “sí o sí” se hará un referéndum. Otras veces dice que el referéndum
puede ser explícito o en el marco de unas elecciones (¿las próximas elecciones
a las que pide una mayoría “excepcional”?) Por otro lado, Duran Lleida dice que
él no es independentista y enseña su cara “más suave” del soberanismo, porque
será el negociador en Madrid. Estas ambigüedades ¿son tácticas? ¿son fruto de
improvisación?
Nadie sabe lo que va a pasar a partir del 25-N, pues todo dependerá del
resultado de estas elecciones. Las encuestas no son los ciudadanos y siempre se
ha dicho que la encuesta definitiva es el resultado de las urnas. ¿Habrá mucha
o poca abstención? No se sabe, aunque tradicionalmente el voto españolista es
más abstencionista en unas elecciones autonómicas catalanas que en unas
elecciones generales o municipales.
Tanto CiU como el Gobierno y el PSOE van a poner toda la carne en el asador
en estas elecciones, con el fin de frenar las tendencias soberanistas e
independentistas claramente manifiestas en el electorado catalán. Por cierto,
¿dónde está Carme Chacón, cabeza de lista del PSC en las elecciones al Congreso
de los diputados? ¿Por qué no deja el PSC y se afilía al PSOE en Madrid si no
está de acuerdo con sus planteamientos federales y del derecho a decidir? En
los medios socialistas dicen que Chacón “no está ni se le espera” en estas
elecciones
Llevamos varias semanas de un intenso debate sobre el soberanismo, con unos
medios de comunicación claramente posicionados mayoritariamente a favor de éste,
aunque se han oído voces discrepantes. Se han escuchado tergiversaciones,
interpretaciones legales sin conocer las leyes, mucho sentimentalismo, mucho
aventurismo, aunque no han faltado –no por parte de los políticos,
desgraciadamente—intervenciones que han puesto “seny”.
Lo que nos jugamos el 25-N
Entonces, ¿qué nos jugamos en estas elecciones? Desde mi punto de vista lo
que está en juego es el futuro encaje de Catalunya dentro del mapa español y
europeo. No creo que la independencia de Catalunya pueda llegar por la vía de
los hechos consumados o sea de modo unilateral, y creo que los problemas
catalanes deben resolverse con una negociación en la que las dos partes aporten
una gran dosis de comprensión y de buena voluntad. Europa ha dicho –y no puede
decir otra cosa—que el tema catalán es una cuestión interna de España y lo debe
resolver el Estado Español. Aquí el Gobierno de Mariano Rajoy no debería actuar
solo, y debería contar al menos con el apoyo
del PSOE, el principal partido de la oposición, porque estamos ante un tema de Estado y no solo de Gobierno. Y
además, puesto que de la solución afectará al futuro de España o del Estado
Español, la Corona no puede estar –de hecho no lo está—ajena al problema
catalán.
Históricamente está demostrado que lo que ocurre en Catalunya repercute de
una manera muy importante en toda España. Así fue en los siglos XIX y XX. Ahora
lo está siendo en el Siglo XXI, en que de nuevo Catalunya marca la agenda de
los gobiernos de Madrid. Bien se dice que estas elecciones catalanas pueden
marcar un antes y un después. Porque una
Catalunya sin España será una labor muy difícil, pero una España sin Catalunya
simplemente dejaría de ser España, fundada sobre la unión de las coronas de
Aragón y Castilla, de Fernando de Aragón
e Isabel de Castilla. Estamos ante acontecimientos que marcan un momento histórico,
y por eso hay que pedir, en Madrid y aquí, seny,
capacidad de diálogo y de entendimiento, gran altura de miras, sentido de
Estado, pues las decisiones de hoy pueden afectar a los españoles y catalanes
durante generaciones.
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