Las elecciones del domingo han dado unos
resultados que, mirados con atención, suponen una fuerte caída del PSOE y un
aumento considerable de la izquierda radical independentista. Este dato pone en
evidencia dos cosas: la crisis ha desplazado al votante de izquierdas hacia
posiciones más radicales y hacia el independentismo, coincidiendo con una
fuerte bajada de votos del PSOE.
En el
País Vasco
En el País Vasco ha sorprendido
–no por menos esperado—el amplio voto obtenido por Bildu, la izquierda
independentista radical cercana a Eta, que ha superado los 150.000 votos que
tradicionalmente tenía la izquierda abertzale en las distintas confrontaciones
electorales, y se ha situado en 275.000. Ciertamente han desaparecido Izquierda
Unida (tenía 1 diputado) y Aralar (tenía 4) que en conjunto sumaron casi
100.000 votos en 2009, pero lo trascendente realmente es que el PSOE (o
PSE-PSOE si se quiere) ha perdido algo más de 100.000 votos, a pesar de que la
participación ha bajado ligeramente. ¿Hasta qué punto afecta este resultado a
la cúpula del PSOE? Hoy Odón Elorza, ex alcalde de San Sebastián ha pedido una
“catarsis” para el PSOE, otros piden una mayor radicalidad del partido.
Ciertamente en el País Vasco ha
ganado el PNV, de nuevo, pero sin mayoría absoluta, y ha podido contener una
sangría de votos que hubiera podido ir a Bildu. Mejor dicho, los vascos han
dado un voto suficiente al PNV para que no se vea obligado a hacer un gobierno
con Bildu. El resultado vasco permitirá al PNV gobernar en solitario,
utilizando una geometría variable, es decir pactando una vez con Bildu y otra
con los socialistas. La pregunta es el precio que deberá pagar a Bildu por sus
apoyos puntuales, y es seguro que esta formación exigirá a Urkullu acciones muy
claras hacia los presos, hacia la independencia y en políticas sociales, a las
que el PNV deberá responder desde la moderación, especialmente en las políticas
ecologistas y sociales. El partido socialista vasco está claro que deberá hacer
un congreso que tenga como resultado un cambio de dirección y de política.
Patxi López está políticamente muy desgastado, o como dirían otros, amortizado.
En
Galicia
En Galicia, la victoria del PP
de Núñez Feijóo es importante, a pesar de una mayor abstención (en Galicia la
abstención siempre ha sido más alta que en otras comunidades), porque da alas a
las reformas del gallego Mariano Rajoy y apuntala su gobierno, o mejor dicho
sus políticas de gobierno, frente a su principal opositor, el PSOE de
Rubalcaba.
Sin embargo, en Galicia también
ha avanzado el radicalismo nacionalista, pues las dos formaciones nacionalistas
y de izquierdas, AGE y BNG --mezcla de Izquierda Unida e independentismo-- que
suman en total 16 escaños, frente a los 12 de la anterior consulta. En este caso,
el avance de la izquierda nacionalista radical se ha hecho a costa del PSOE (o
PSdG) que ha perdido cerca de la mitad de sus votos (230.000), lo que coloca al
partido socialista en una situación muy comprometida, y en concreto al aparato
actual liderado por Pachi Vázquez y tutelado por el antes poderoso dirigente del PSOE, José Blanco. También aquí
se adivina un congreso del partido en el que tendrán de reformularse muchas
cosas, entre ellas eliminar el liderazgo errático y elaborar un mensaje que
llegue al pueblo gallego.
Repercusiones
en Catalunya
La derrota socialista tendrá
sus efectos, que veremos en las próximas semanas. ¿Hacia dónde irá el PSOE? ¿Hacia un mayor
radicalismo? Van a celebrarse las elecciones catalanas dentro de un mes y no
parece que al PSC le van a ir las cosas mucho mejor que en Galicia y Euskadi.
Si el comportamiento electoral catalán es análogo al del País Vasco y de
Galicia, es posible que CiU gane por mayoría absoluta o casi, pero teniendo a
su izquierda una importante fuerza en Esquerra Republicana y en Iniciativa (ICV),
con un importante descenso del PSC que sigue manteniendo la ambigüedad sobre el
soberanismo, porque el PSC tiene el problema dentro de su propio partido más
que entre sus electores.
La pregunta que hay que hacer
ahora es si Artur Mas va a radicalizar su discurso o lo va a moderar. Los
primeros atisbos son que lo va a moderar en aras a mantener su electorado
nacionalista de amplio espectro, sin querer ahogar a Esquerra Republicana ni
dar alas al PP y al nacionalismo españolista. En otras palabras, habrá que ver
si Mas busca la confrontación dura o el posibilismo. Personalmente pienso más
lo segundo que lo primero.
De hecho, en cuanto a la
celebración de un referéndum a favor del Estado propio, este no podrá
celebrarse hasta el año 2018, si se siguen los pasos legales, a menos que el Gobierno español y las
instituciones jurídicas y constitucionales (Tribunal Supremo y Tribunal
Constitucional) den su visto bueno al referéndum. Adelantar la fecha del 2018
sería seguir caminos fuera de la ley, es decir ir a una confrontación directa,
lo que no parece el camino que consideran hoy adecuado los dirigentes de
Convergència i Unió.
El independentismo catalán está
en el corazón de las clases medias, ciertamente castigadas por la actual crisis
y por el actual gobierno español, y de ahí su visión de que una Catalunya sin
España iría económicamente mejor, pero sin pensar en todos los contras que ello
conllevaría. La serena discusión pública del independentismo llegará cuando la
crisis económica esté controlada, lo que no parece que será a dos años vista.
Y mientras tanto, ¿cuál será la
política del gobierno de Rajoy? ¿Negar el pan y el agua al gobierno catalán?
Sería un grave error: aumentaría el victimismo y crearía una inestabilidad y
crispación en todos los sentidos. Una política de mano tendida es lo que
aconsejan muchos catalanes que viven en Catalunya y que no son partidarios de
rupturas.
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