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El déficit fiscal catalán y el español


       Artur Mas tiene razón cuando dice que el déficit español no es debido a las autonomías, aunque algunas de ellas estén medio quebradas, como los casos de Valencia, Castilla La Mancha y Catalunya. El déficit español es de un 8 y pico por ciento del PIB, o sea unos 85.000 millones de euros, mientras que el déficit de las autonomías y ayuntamientos no alcanza los 25.000 millones. Otra cosa es el endeudamiento, donde el Estado se lleva la parte del león, y otra cosa el necesario control del déficit presupuestario de todas las administraciones, cuyo techo no puede sobrepasar los próximos años el 1 por ciento.  En España el endeudamiento llega a los 750.000 millones de euros, por los que hay que pagar suculentos intereses (los fatídicos 350 puntos básicos por encima del tipo de interés del bono alemán a 10 años).

       Aquí hay dos problemas: uno económico y otro político. El problema económico se resuelve sencillamente en situar los presupuestos a déficit cero (incluido el pago de los intereses de la deuda) y promocionar la economía española para crear empresas y en consecuencia puestos de trabajo, supuesto este último básico si se quiere llegar al déficit cero.

El problema económico

El problema económico lo afronta el Gobierno central en dos tiempos: el primer ahora, con una importante subida de impuestos directos (IRPF e IBI), y el segundo después de las elecciones andaluzas de marzo, donde la subida se prevé que afectará a los impuestos indirectos como el IVA, y los impuestos especiales (gasolinas, tabaco y alcohol, principalmente). Porque aquí no hay más cera que arde: los cuatro grandes impuestos donde el Estado recauda son, por este orden, el IRPF, el IVA, el de Sociedades y los especiales. Los cuatro suman más del 90 por ciento de los ingresos del Estado. El de Sociedades es cada vez más pequeño porque las empresas están mal y no se les puede subir el impuesto. 

       Si alguien esperaba que Rajoy se sacara un conejo de la chistera tras las elecciones y recaudara el dinero necesario para bajar el déficit y reducir la deuda, estaba equivocado, y lo ha demostrado. “No tenía otra salida”, acaba de decir a la agencia Efe. Cierto, no se puede reducir el déficit aumentado solo el precio de los sellos de correos. Eso ya lo sabíamos: no hay conejos en la chistera, y por ello muchas clases medias y medias altas se han sentido decepcionadas porque las promesas electorales, una vez más, han sido incumplidas. Esto es malo, malísimo para la democracia. Rajoy sabía muy bien, como muchos españoles, el estado de nuestra economía. La estrategia de la mentira o de las verdades a medias pasa factura, como le pasó factura a Zapatero no haber dicho que entrábamos en una crisis o afirmar que nos salíamos de ella en un plis-plas y que teníamos la mejor banca del mundo.

El problema político

       Detrás del problema económico está un problema político de primer orden: ¿qué hacer con las autonomías y los ayuntamientos? La respuesta a esta pregunta no es fácil, pero hace falta una reforma administrativa (una de las grandes reformas, además de la laboral y la financiera) que deberá resolverlo. Naturalmente, nadie piensa que esta reforma pueda afectar a las comunidades históricas, como Catalunya, Euskadi, Navarra y Galicia, quienes han hecho sus deberes (los desmadres del tripartito catalán los está resolviendo el semi-pacto entre CiU y PP).

       El déficit y el endeudamiento catalán es un tema político, primero porque así lo quiso CiU al plantearlo de forma altisonante en su campaña electoral, y en segundo lugar porque es de justicia que Catalunya reduzca su aportación al fondo de solidaridad al Estado de 16.500 millones a la mitad, unos 8.000 millones, es decir que pase del 8 al 4 por ciento de su PIB, porque en Catalunya, hoy por hoy, no se pueden atar los perros con longanizas. Hasta aquí el compromiso es asumible por parte del gobierno central.

       Pero eso no es el Pacto Fiscal. Este consiste en que la Generalitat quiere recaudar todos los impuestos y pagarlos al Estado. Esto va a tener muchísimos problemas, por agravios comparativos. El marco de negociación, además, el Govern de Catalunya quiere que sea “bilateral”, y no el Consejo de Política Fiscal y Financiera donde están representadas todas las comunidades autónomas. En otras palabras, tanto el Govern como el Gobierno deben convencer a las otras comunidades que es bueno reducir la aportación catalana del 8 al 4 por ciento. Esto no es difícil. Pero el run-run de la calle piensa que cuando la Generalitat cobre los 8.000 millones más, ¿qué pasará cuando llegue de nuevo el tripartito? ¿Otra vez a volver  con gastos faraónicos en nóminas a familiares, amigos y amiguetes, o en obras públicas como el aeropuerto de Alguaire, un sinfín de empresas públicas, de subvenciones a asociaciones y organizaciones de amigos y clientelas políticas, de malgastar el dinero, en definitiva?

       También CiU debe predicar con el ejemplo. ¿Qué hacía el conseller Mas-Colell en un viaje a Qatar para salvar “in extremis” una compañía aérea que ya está quebrada, como Spanair? ¿Qué ofrecía a cambio al gobierno de Qatar? Porque los jeques de Qatar no son angelitos, ni hermanitas de la caridad. ¿Por qué el Govern no pone el mismo entusiasmo en salvar a Spanair como en salvar otras empresas que se caen todos los días? No sigo.

       El gobierno de Artur Mas ha hecho bien su ajuste, con valentía, pero no ha ajustado todo lo que debía de ajustarse, y sí ha ajustado cosas que mejor era no tocarlas. Sin embargo, el balance es bueno.

       Los periodistas, cuando jugamos a profetas casi siempre nos equivocamos. Pero voy a lanzar una profecía. En la presente legislatura española CiU va a conseguir más dinero del Estado, tal vez rebajar el 8 al 4 por ciento del PIB su aportación al fondo de solidaridad, pero el Pacto Fiscal que quiere CiU no lo va a conseguir, porque es una especie de “concierto económico” y las demás autonomías no lo van a tolerar (y son autonomías del PP), y ni siquiera los vascos lo apoyarán porque estos nunca quieren que nadie más sea igual a ellos. Los vascos nunca han favorecido los intereses catalanes cuando Catalunya ha necesitado sus votos en el Congreso de los Diputados, a pesar de la simpatía de los catalanes hacia los vascos y del “hermanamiento” entre Unió Democrática de Duran Lleida y el PNV como partidos democristianos. Mas y Duran pelearán hasta el último segundo de la legislatura para conseguir el Pacto que ellos quieren. Debe ser así, del mismo modo que el gobierno del PP se opondrá a ello. Claro que en política, como en todo, si pides cinco te dan tres, pero si pides tres te dan uno. O sea que todo está claro. Así es la política. Otra cosa es “fer volar coloms”.

Salvador Aragonés

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