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La Monarquía ¿sige siendo válida en el Siglo XXI?

              El año 2011 que se acaba ha sido abanderado por tres temas principales: el cambio profundo en los gobiernos central, autonómicos y locales, la crisis económica centrada en las “retallades” (recortes) sociales y los problemas de la Monarquía debidos a los turbios negocios del yerno del Rey, Iñaki Urdangarín, que son investigados por la justicia.
            En relación a la Monarquía, y después de cuanto ha salido en los medios de comunicación, no son pocos los que se preguntan ¿sigue siendo válida la institución monárquica en el Siglo XXI?
            Las noticias que salían en los últimos meses sobre los negocios de Iñaki Urdangarín calificados de poco “ejemplares” por la Casa Real, más las noticias que por incomprensibles razones se filtran de los sumarios de los jueces de Instrucción, a pesar de ser estos secretos, más la caída en popularidad de la Monarquía española en la encuesta del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), han hecho sonar las alarmas al Rey.
            Don Juan Carlos ha tomado cartas en el asunto personalmente, aunque no falta quien dice tardíamente, primero notificando públicamente que Urdangarín no puede aparecer en las fotos de la Familia Real, ni en los actos oficiales. Después, con un Mensaje de Navidad –el discurso anual más solemne del Rey—con una afirmación llena de intencionalidad diciendo que “la justicia es igual para todos”, y finalmente con la decisión de ausentar a las infantas, es decir a Urdangarín, en la inauguración oficial de la X Legislatura de las Cortes Españolas el pasado martes 27.
            El Rey, que tiene un demostrado olfato político, ha visto con claridad que era necesario dar un “golpe de timón” a la institución monárquica. Y el príncipe también, cuando hace poco estuvo en Barcelona y declaró que piensa “modernizar” la monarquía y que su Fundación Príncipe de Girona era “transparente”. Las Cortes –la reunión de Congreso y Senado—que representan la soberanía del pueblo español, según la Constitución, aplaudieron al Rey tras su discurso, en un “largo aplauso”  dicen las crónicas  que por vez primera cuentan los minutos que duró un aplauso al Rey: dos minutos.
            El dato relevante es que el aplauso de las Cortes no era dirigido a la Corona, a la Monarquía, ni siquiera a los Reyes, sino al Rey. Matiz interesantísimo, pues hubo quien desde el Partido Popular quería transformar la apertura solemne de la X Legislatura de las Cortes Españolas, en un acto de adhesión a la Monarquía como institución permanente del Estado. No fue así, en parte porque el Rey con su “savoir faire” conoce bien que la monarquía en España está aquí porque ha sido útil a los españoles y seguirá en el timón de la Jefatura del Estado mientras tenga el consenso popular. Por lo tanto, el Rey, la Reina y los príncipes sabían bien al acto al que iban, y que el aplauso era dirigido a los servicios prestados por el Rey en España durante y después de la transición. Así es cómo se entiende que no solo los Príncipes, sino incluso de la Reina Sofía, aplaudieron al Rey.
            Este aplauso de las Cortes (los vascos y republicanos de toda la vida no aplaudieron al Rey, porque nunca lo han hecho) debe entenderse como un reconocimiento al Rey por los “servicios prestados” a España y al Estado español. Creo que el príncipe Felipe tomará nota de lo ocurrido: si quieres la adhesión de las Cortes, que representan la soberanía popular, deberá ganárselo como su padre.
            Dicho esto, ¿cómo queda la sucesión a la Corona? Complicada. Tenemos un príncipe (uno solo, sin posibilidad de repuesto) heredero, con una Constitución que impide que las mujeres tengan derecho de sucesión, por lo que las dos hijas del príncipe, por el momento, no tienen derecho, como tampoco lo tienen –por otras muchas razones también—las dos hermanas del príncipe, las infantas Elena y Cristina.
            Un primer problema que habrá que resolver es el tema de la Sucesión, que implica una reforma constitucional, primero, y una Ley Orgánica de la Corona (art. 61 de la Constitución), después.  Hasta ahora la Corona española está muy confiada en la providencia, pues hay un único heredero posible. La exclusión de las infantas de los actos oficiales de la Corona, y sobre todo la exclusión de Urdangarín, ¿tiene o tendrá consecuencias en orden a la sucesión después de las decisiones tomadas por el Rey, como Jefe de la Casa Real y depositario de los derechos dinásticos? No lo sabemos y esto no es positivo para la estabilidad en una institución como la Jefatura del Estado.
            El afecto de los españoles hacia la Corona procedía no solamente de la eficacia del Rey en sus funciones como Jefe del Estado, sino a que la Monarquía era representada por una familia, que a pesar de sus defectos, actuaba como un cierto modelo familiar español. La crisis matrimonial de la infanta Elena se perdonó ya en su día y se resolvió con una separación canónica. Pero los turbios negocios de Urdangarín, en medio de una profunda crisis económica donde hay tantas necesidades que atender entre los ciudadanos, políticamente ni se entiende ni se perdona, como tampoco se entiende que la justicia no haya actuado con mayor diligencia, y que el Rey haya mirado hacia otra parte mientras el tema no ha salido a la luz pública.
            El aplauso del martes de las Cortes al Rey significa que el monarca goza de la comprensión de los españoles, sobre todo después de las decisiones tomadas, con dolor de padre seguramente, pero con la firmeza que requería la situación. El comportamiento de Urdangarín, aun a falta de decisiones judiciales al respecto, ha indignado a muchos españoles que juzgaban su matrimonio con la infanta Cristina por las apariencias, y la Casa Real ha actuado tarde. Eso no se podrá repetir.
            Volvemos a la pregunta inicial y visto que en varias casas reales europeas también han ocurrido problemas ¿Sigue siendo válida la monarquía en el Siglo XXI? Recogiendo cuanto se ha dicho antes vemos que esta institución, encarnada en una familia, tiene más dificultades en el Siglo XXI que en el pasado, y la vara de medir la validez de la misma es su utilidad al frente de la Jefatura del Estado. El Rey en su Mensaje de Navidad alabó la actividad del Príncipe en la defensa de los intereses de España, pero los españoles no lo detectan suficientemente. El príncipe debe ganarse a pulso que las Cortes le designen Rey, sucesor de Juan Carlos I, y deberá rendir cuentas de la asignación anual que los Presupuestos del Estado le asignen como ya ha decidido hacer el Rey, aunque la cantidad recibida “para el sostenimiento de su Familia y Casa” sea constitucionalmente de “libre disposición” del Rey (art. 65). Uno de los puntos que convendría aclarar es qué se entiende por “Familia” del Rey, y cuán alargada es esta familia.
            La Monarquía solo es viable si sabe hacer y enseñar los beneficios que su actividad produce a los ciudadanos, y debe vigilar más no solo los matrimonios de sus hijos/as (ningún hijo del Rey puede casarse contra el consentimiento del Rey pues en caso contrario queda excluido de los derechos sucesorios, dice la Constitución, art. 57), sino seguir de cerca sus actividades “privadas” para que no oscurezcan el buen nombre de la Corona, pues ya en la época de los romanos se decía que la mujer del César no solo ha de ser casta, sino también parecerlo, a pesar de que “castos” en aquella época había muy pocos.
Salvador Aragonés

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