Por Salvador Aragonès
Madrid se quedó sin Juegos Olímpicos. Fue en el último momento. No pudo ser. Fue cuando los periodistas de la televisión y de la radio, conectados en directo en este cálido 2 de octubre, veían ya los Juegos en Madrid: decían que Río era una mala candidatura, y que tras eliminar a Chicago y a Tokio, Madrid “es mucho Madrid”, es “mucha candidatura”. Así lo veían, lo sentían, lo tocaban casi, los millares de personas congregadas en la Plaza Oriente de Madrid.
El Comité Olímpico Internacional (COI), presidido por Jacques Rogge, reunido en Copenaghe, había escuchado por la mañana las “razones de las distintas candidaturas. Por la tarde (por la mañana en América y por la noche en Asia) comenzaron las votaciones. Todo el mundo pensaba que la ciudad gran rival de Madrid era Chicago, que había llegado el Presidente Obama. ¿Quién va a convencer mejor a los miembros del COI que el mismísimo Obama en persona, el Obama que había sido Senador por Chicago, el futuro Premio Nobel de la Paz?
Quienes así pensaban no conocían los problemas y los entresijos y las heridas mal curadas entre el COI y las grandes corporaciones norteamericanas que hacían y hacen del deporte su más importante actividad y negocio. Al eliminar Chicago a la primera, era un toque de atención del COI a los que quieren borrar a este organismo del mapa, a los grandes “terratenientes” del deporte mundial: “Sin nosotros no hay Juegos Olímpicos”, dijeron hace unos años. ¿Será verdad?
Madrid dio la talla, pero no convenció. Madrid, el Rey y la Reina, el Presidente Zapatero, el alcalde de la Villa y Corte, Alberto Ruiz-Gallardón, y una generación de deportistas olímpicos españoles, no convencieron a los miembros del COI. La apuesta era muy alta: Madrid quiso que el COI cambiara su costumbre no escrita que los Juegos Olímpicos se celebran cada cuatro años en un continente distinto. Y después de los Juegos de Londres 2012, los Juegos debían ir a América o a Toquio. Y Madrid no consiguió “derogar” esta ley no escrita en el COI, y la llama Olímpica saldrá de Londres hacia Río de Janeiro el 2012. Un Luis I. Lula da Silva guardaba en Copenaghe en secreto una esperanza, que cuando supo el veredicto se convirtió en lágrimas de emoción, y la plaza de Copacabana se transformó en fiesta. Madrid es mucho Madrid: unas lágrimas de Ruiz-Gallardón enjugaron la tristeza de no ser la ciudad elegida para los Juegos del 2016. ¿Habrá otra oportunidad? No para esta generación. Por eso el alcalde lloró de pena, como todos los madrileños, como media España.
Madrid se quedó sin Juegos Olímpicos. Fue en el último momento. No pudo ser. Fue cuando los periodistas de la televisión y de la radio, conectados en directo en este cálido 2 de octubre, veían ya los Juegos en Madrid: decían que Río era una mala candidatura, y que tras eliminar a Chicago y a Tokio, Madrid “es mucho Madrid”, es “mucha candidatura”. Así lo veían, lo sentían, lo tocaban casi, los millares de personas congregadas en la Plaza Oriente de Madrid.
El Comité Olímpico Internacional (COI), presidido por Jacques Rogge, reunido en Copenaghe, había escuchado por la mañana las “razones de las distintas candidaturas. Por la tarde (por la mañana en América y por la noche en Asia) comenzaron las votaciones. Todo el mundo pensaba que la ciudad gran rival de Madrid era Chicago, que había llegado el Presidente Obama. ¿Quién va a convencer mejor a los miembros del COI que el mismísimo Obama en persona, el Obama que había sido Senador por Chicago, el futuro Premio Nobel de la Paz?
Quienes así pensaban no conocían los problemas y los entresijos y las heridas mal curadas entre el COI y las grandes corporaciones norteamericanas que hacían y hacen del deporte su más importante actividad y negocio. Al eliminar Chicago a la primera, era un toque de atención del COI a los que quieren borrar a este organismo del mapa, a los grandes “terratenientes” del deporte mundial: “Sin nosotros no hay Juegos Olímpicos”, dijeron hace unos años. ¿Será verdad?
Madrid dio la talla, pero no convenció. Madrid, el Rey y la Reina, el Presidente Zapatero, el alcalde de la Villa y Corte, Alberto Ruiz-Gallardón, y una generación de deportistas olímpicos españoles, no convencieron a los miembros del COI. La apuesta era muy alta: Madrid quiso que el COI cambiara su costumbre no escrita que los Juegos Olímpicos se celebran cada cuatro años en un continente distinto. Y después de los Juegos de Londres 2012, los Juegos debían ir a América o a Toquio. Y Madrid no consiguió “derogar” esta ley no escrita en el COI, y la llama Olímpica saldrá de Londres hacia Río de Janeiro el 2012. Un Luis I. Lula da Silva guardaba en Copenaghe en secreto una esperanza, que cuando supo el veredicto se convirtió en lágrimas de emoción, y la plaza de Copacabana se transformó en fiesta. Madrid es mucho Madrid: unas lágrimas de Ruiz-Gallardón enjugaron la tristeza de no ser la ciudad elegida para los Juegos del 2016. ¿Habrá otra oportunidad? No para esta generación. Por eso el alcalde lloró de pena, como todos los madrileños, como media España.
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